martes, 4 de julio de 2017

Soy asexual


Publicado en Revista Paula el día Sábado 1 de julio de 2017. Escrito por Bárbara Riedemann


No tienen pulsión sexual, nunca. No quieren tocar ni ser tocados. Y están bien así. El 1% de la población es asexual. Hoy se sabe que son la cuarta orientación. Y quieren reivindicarse como tales, a través de diversas agrupaciones. En Chile, de hecho, ya existe una comunidad en Facebook de asexuales locales que tiene 500 miembros.




Mariela Ordóñez tiene 27 años, es ingeniera civil. Tiene el pelo castaño y largo, luce muy femenina y ejecutiva con sus tacos y traje dos pizas; viene saliendo de su trabajo. Tomándose un café cortado, dice: “Soy asexual. Nunca me interesó alguien de manera sexual y nunca me va a interesar tampoco. Lo sé, desde siempre. Es una certeza interior tan profunda que ni siquiera me la cuestiono”.

Llegar a entender que eso que sentía se llamaba asexualidad fue un largo camino. Pasó gran parte de su vida preguntándose qué estaba mal con ella. “En el colegio a mis compañeras se les revolucionaban las hormonas con los niños y a otras con las niñas. Y a mí no me pasaba nada con nadie. Viví cuestionándome, pensando que tenía un problema. Durante toda mi etapa escolar sentí que no pertenecía, que no encajaba con el resto. ¿Por qué nunca me gustaba nadie?”.

Cuenta que llegó a mentirles a sus amigas, a decirles que le gustaba tal o cual niño, a inventar pololos ficticios en el sur donde veraneaba y a comprarse cuadernos de los Backstreet Boys para que pensaran que le gustaba uno de sus integrantes. “Lo pasaba bien en las fiestas con mis amigas, pero siempre terminaba sentada sola, mirando al resto bailar lentos mientras se daban besos y a mí me parecía algo asqueroso”, comenta.

A medida que Mariela crecía, la presión de su entorno aumentó. “¿Cuándo nos vas a presentar un pololo?”, le preguntaban sus amigas y sus padres.

Deambuló buscando una respuesta. Y la encontró un día antes de cumplir 17 años buceando en internet. “Googleé: ‘persona que no se siente atraída ni por hombres ni por mujeres’ y apareció de inmediato la palabra ‘asexual’, que jamás había escuchado antes. Todo lo que allí salía fue una revelación, como si alguien que no conoces te dijera cosas que solo tú sabes sobre ti misma. En ese instante, la asexualidad comenzó a hacerme sentido de una forma en que la sexualidad jamás lo hizo”, dice. Y agrega: “Fue un alivio encontrar que, como yo, había otras personas que experimentaban lo mismo. No estaba sola y, lo más importante, no estaba enferma, como creí durante mucho tiempo. No quería llegar a mis 17 sin saber qué me pasaba”.

Tras meses de leer páginas web y participar en foros internacionales, Mariela reunió el valor para contárselo a sus padres. “Fue literalmente como salir del clóset”, dice.

Su mamá reaccionó llevándola al sicólogo. “En lugar de apoyarme, pensó que necesitaba terapia. Igual la entiendo porque ella jamás había escuchado hablar de la asexualidad”.

Mariela recuerda ese día en la consulta con el sicólogo. Tras escucharla y guardar silencio, él le dijo. “No creo que una persona pueda ser asexual. ¿Tuviste algún trauma en tu infancia?”. Hoy, comenta: “No entiendo cómo un sicólogo puede ser tan ignorante”. Reacciones así, vio varias. Su mejor amiga, cuando le contó, le preguntó: “¿Cómo sabes que eres asexual si nunca has tenido sexo en tu vida?”.

“Obviamente, nunca más volví a la consulta de ese sicólogo y a mis papás no les quedó otra que aceptarme. Aunque mi mamá no pierde la esperanza de que algún día voy a llegar con un pololo, yo ya me cansé de decirle que eso nunca va a ocurrir. No soporto imaginarme en la intimidad con alguien, me da repulsión, incluso, la idea de tomarme de las manos con otro”, remata.

“Viví cuestionándome, pensando que tenía un problema. Durante toda mi etapa escolar sentí que no pertenecía, no encajaba con el resto. ¿Por qué nunca me gustaba nadie?”, cuenta la ingeniera Mariela Ordóñez. Hoy sabe que es asexual.


Lo opuesto a sexualidad

No es reciente. La asexualidad ha existido desde tiempos remotos, tanto, que incluso Isaac Newton, el célebre científico inglés, dejó a principios del 1700 manuscritos aseverando que jamás sintió atracción sexual alguna. Más actuales, el cantante británico Morrissey, el músico estadounidense Bradford Cox (creador de las bandas Deerhunter y Atlas Sound) y su compatriota, el diseñador Tim Gunn (del programa de TV Project Runway) también han declarado en la prensa ser asexuales. Pero más allá de lo anecdótico que pueda resultar revelar cómo se definen rostros de la cultura pop, lo que sí es reciente es el interés de la comunidad científica por explorar la asexualidad. En Chile, de hecho, los especialistas saben muy poco de esto.

Mientras que la investigación sobre la sexualidad avanzó vertiginosamente durante el siglo XX y el actual, el de la asexualidad ha sido prácticamente inexistente, limitado solamente a la biología de las plantas y algunos microorganismos unicelulares. Eso hasta 2004, cuando el doctor y sicólogo canadiense Anthony Bogaert, profesor del Departamento de Ciencias de la Salud de la Universidad de Brock, en Canadá, publicó un artículo sobre esta “cuarta orientación sexual” (¿hacia quién me siento atraído?), como él le llama y que merece tanta atención como la heterosexualidad, homosexualidad y bisexualidad. Durante la década siguiente, Bogaert continuó sus investigaciones que culminaron en Understanding Asexuality (Entendiendo la asexualidad), un libro que, desde su publicación en 2012, se ha transformado en todo un manual de referencia mundial. “En palabras simples, la asexualidad es la completa falta de atracción sexual y/o deseo sexual hacia otros. Es lo opuesto a la sexualidad”, explica Bogaert a Paula, quien agrega: “Es importante separar este concepto de la abstinencia y del celibato, por ejemplo, que involucra una opción voluntaria por la castidad. La asexualidad no es una opción, ni decisión por un periodo determinado de tiempo. Es algo que se es y con lo que se vive durante toda la vida, tal como cualquier otra orientación sexual. Nadie ‘decide’ ser hetero un día y al otro ser homo, independientemente de si nuestro comportamiento sexual se condice o no con nuestra orientación”, aclara.

Con los datos de su investigación y tras más de seis mil entrevistas con asexuales, Bogaert asevera que los humanos no son sexuales por naturaleza, pues existe un grupo, aunque minoritario, que no demuestra pulsión sexual alguna. Se trata de alrededor del 1% de la población, una cifra menor, pero igual de importante si se considera, por ejemplo, que de los 7.400 millones de población mundial, 740 millones serían asexuales. Asimismo, Bogaert asegura que la asexualidad es más prevalente en mujeres que en hombres y que es transversal al origen y situación socioeconómica de las personas, religión y grado de educación. También a los grupos etarios. “El fenómeno de las redes sociales ha influido en el rápido flujo de la información entre jóvenes, quienes hoy asumen su sexualidad o asexualidad sin mayores prejuicios. Sin embargo, el grupo de personas mayores queda marginado de la nueva información disponible en internet y pasa su vida pensando en que hay algo mal con ellos y prefieren vivirlo en secreto, antes de consultar a un especialista o de encontrar las respuestas y el apoyo que los jóvenes encuentran en las redes sociales”, asegura el especialista.

Aunque los estudios sobre las causas de la asexualidad aún son incipientes, Anthony Bogaert enfatiza en que se descartan problemas hormonales o físicos que puedan desencadenar la condición. Lo que sí se ha demostrado de forma preliminar es que existe una correlación con personas que tienen trastornos del espectro autista, como el síndrome de Asperger. “Sin embargo, carecemos de datos suficientes para confirmar aquello, ya que no todos los afectados con este trastorno carecen de atracción sexual, así como también, no todos los asexuales tienen Asperger”, aclara el experto.




“El gran problema de la asexualidad es convencer a la gente que no hay problema”,
afirma a Paula David Jay, portavoz del movimiento asexual AVEN
San Francisco, Estados Unidos.



Orgullo (A)sexual

“El gran problema de la asexualidad es convencer a la gente de que no hay problema”, afirma a Paula David Jay desde su natal San Francisco, en Estados Unidos, quien hoy es el portavoz del movimiento asexual. “Las personas piensan que si no tienes sexo, eres incapaz de conectar con la gente. Ni siquiera te consideran un adulto porque en nuestra cultura experimentar la sexualidad está directamente relacionado con convertirse en uno. Entonces te asignan una imagen pueril, infantilizada y no te tratan como el adulto que eres”, afirma Jay.

Motivado por visibilizar la asexualidad y congregar a otras personas que tal como él han vivido conflictuados buscando una definición que los identifique, en 2001 –y con 18 años– fundó AVEN –Asexual Visibility and Education Network (Red de visibilidad y educación asexual)– la comunidad de asexuales más grande del mundo, reunida en el sitio www.asexuality.org y que hoy congrega a más de 70.000 miembros de 16 países, donde sus activos participantes intercambian material científico y proporcionan recursos de investigación, favoreciendo la integración.

Incluso tienen bandera de lucha, de franjas paralelas de color negro, gris, blanco y morado. Y desde 2010, cada 26 de octubre, celebran la Asexual Awareness Week o la Semana de la Conciencia Asexual, en la que marchan por las calles de las principales capitales del mundo como París, Barcelona, Nueva York y Londres. Como emblema, han adoptado la letra “A” y el fonema ace –un as en las cartas– porque fonéticamente en inglés suena igual que ase, de asexual.

Que son gays reprimidos, que tienen problemas hormonales, de frigidez o impotencia. Que sienten aversión al sexo y a las personas; que tienen un trauma, que fueron abusados, que son asexuados –sin sexo, biológicamente hablando–, que son feos y por eso no consiguen pareja, que son cristianos ortodoxos. La lista de prejuicios para definir a un asexual es larga y bien se puede leer en los más de dos millones de mensajes diarios que recibe AVEN con testimonios de personas que cuentan cómo los han tratado luego de asumirse como tales. “Pero la única razón es que soy así porque soy asexual”, dice el activista.

¿Por qué organizarse? Para generar aceptación y reconocimiento público. A diferencia de las reivindicaciones del movimiento homosexual propiciado en los 70 que, entre otras cosas, buscaba la igualdad de derechos ante la ley, los asexuales buscan visibilidad ante una sociedad que condena a quienes viven sin sexo, además de prevenir suicidios (3 de sus miembros se han quitado la vida víctimas de bullying). “Somos gestores de la primera revolución sexual del siglo XXI”, aventura David Jay. “El mundo se construye según normas preestablecidas de lo que significa ser normal. Nuestro llamado es a alzar la voz por lo que hoy podría considerarse la mayor insubordinación de nuestros tiempos: vivir sin sexo, desde una mirada despatologizada”.

En 2011, los asexuales reunidos en Aven también comenzaron a participar en las Pride Parade del mundo –las Marchas del Orgullo Gay–, algo que al principio no fue fácil porque los tildaban de radicales cristianos. “La comunidad gay está cargada de sexualidad, y pensaban que nosotros pregonábamos la abstinencia. Poco a poco eso ha ido cambiando y hoy nos hemos ganado nuestro lugar en las marchas. Marchamos juntos por la comunidad LGBTQI, sigla a la que hemos añadido con orgullo la ‘A’, de asexuales, quedando como LGBTQIA”, afirma Jay.

Y la lucha ha rendido frutos. Uno de sus logros más importantes fue que en la última actualización del DSM (Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales), publicado en mayo de 2013, un comité de AVEN presentó ante la Sociedad Americana de Siquiatría un informe de 75 páginas, elaborado con la ayuda de especialistas, entre ellos el sicólogo Anthony Bogaert, que concluía que los asexuales no deben ser incluidos dentro del Trastorno de Deseo Sexual Hipoactivo, una falta persistente –pero temporal– de deseo sexual y que a nivel clínico comúnmente se confunde con la asexualidad, provocando que a los asexuales se les tilde como reprimidos o traumatizados. En su lugar, la asexualidad debe considerarse como una orientación y no como una disfunción. La propuesta dio resultados. Hoy, en el DSM V se lee: “Un impulso sexual ausente o disminuido es considerado trastorno o disfunción solo en el caso que cause estrés significativo para la persona; y no si esta se autoidentifica como asexual”.

En paralelo, hoy proliferan en la web los sitios de citas para asexuales, comunidades donde pueden conocerse con el fin de entablar relaciones de amistad o románticas. Los más famosos y concurridos son platonicpartners.org, asexualitic.com y asexualmatch.com, que reúnen a cientos de miembros en su mayoría de Estados Unidos e Inglaterra.

El fenómeno también ha llegado a la publicidad. Bullada fue la campaña de la marca de colchones Flex, que el año pasado lanzó un peculiar spot para la televisión española. En el comercial, cuatro portavoces del movimiento en España comentan en primera persona cómo es ser asexual mientras están tendidos en sus respectivas camas (cuyos colchones son Flex, por supuesto). Enuncian frases como “antes el sexo era pecado y el pecado ahora es que no te guste” o “la cama es el último bastión de libertad que nos queda”. Al final, se escucha el eslogan: “En Flex pensamos que todo el mundo puede hacer y no hacer lo que le dé la gana. Porque la noche es nuestra”. La marca de descanso afirmó que con esto se hace un llamado a reivindicar la libertad de cada uno en su relación con la cama. Y sí que les resultó, ya que el anuncio obtuvo el apoyo de los consumidores.

Los asexuales pueden definirse románticos o no románticos. Los primeros se enamoran y logran intimidad física, que nunca es sexual. Los segundos, no desean ningún tipo de contacto físico ni emocional.

¿Romántica o no romántica?

“Los asexuales no sentimos atracción sexual, pero hay muchos otros tipos de atracción: estéticas, románticas, intelectuales, etc. Los asexuales podemos tener una vida similar a la de todas las personas, una pareja, una relación romántica, aventuras. Eso depende de cada persona. En mi caso, yo me defino como ‘hetero romántica’, porque prefiero tener una pareja del sexo opuesto”, afirma Dasanira (pide omitir su apellido), de 25 años. Es una ingeniera informática de ojos azules y pelo largo. “Ahora, el denominador común de los asexuales es que aún cuando podamos sentirnos atraídos románticamente por alguien, jamás, nunca, sentiremos atracción sexual”, agrega.

Dasanira fundó en 2012 el grupo de Facebook Asexuales Chile, que hasta la fecha es la única comunidad activa de asexuales en el país. Reúne a 500 miembros, la mayoría jóvenes entre los 16 y 26 años, provenientes de distintas clases sociales y de todo el país, aunque un número importante son de Santiago y la V Región.



Ya se extendieron a otras redes como Tumblr, Instagram y Twitter, aunque el grupo aún funciona de forma tímida. “El contacto es solo virtual. Estamos lejos de lograr el activismo de otros países y los miembros prefieren sentir apoyo entre los mismos asexuales y no en todo su entorno, en el cual prefieren mantenerse con un perfil bajo y discreto porque a muchos les avergüenza ser asexuales, simplemente porque son incomprendidos y discriminados en sus contextos más cercanos”, explica Dasanira, siendo justamente esa la razón por la que tampoco ella da su apellido para este reportaje.

Dasanira ha pololeado tres veces. Por presiones de su segundo pololo tuvo relaciones con él. “No fue satisfactorio, lo hice para complacerlo, no me sentía consecuente conmigo”, dice. Pero a su actual pareja le contó que es asexual. “Entendió que tener intimidad no solo significa tener sexo. Eso es solo una de las muchas dimensiones de relacionarnos con una pareja. Esto pasa porque erróneamente se vincula el amor con el sexo y no necesariamente tiene que ser así, de esta forma, un asexual es capaz de amar aun cuando no haya intercambio sexual”, asegura Dasanira, quien cuenta que la intimidad física con su pololo se basa en caricias, abrazos y tomarse de la mano. “Esto no es un condicionante en mi relación. La gente me pregunta si no tengo miedo de que mi pololo mire para el lado, y la verdad es que no. Mi relación se basa en la honestidad y en el amor, como cualquier relación normal”, dice.

Coincide en ello, el sicólogo Anthony Bogaert. “En función de la atracción latente que puede experimentar un asexual, se pueden encontrar dos subcategorías definidas: los románticos y los no románticos”, explica. Y agrega: “La atracción romántica y la atracción sexual son dos cosas distintas, con diferentes procesos cognitivos asociados. Por tanto, personas asexuales pueden definirse románticos o no románticos. Los primeros no experimentan atracción sexual, pero sí una idealización del otro a través del enamoramiento, tienen las mismas necesidades emocionales que el resto y son capaces de intimar con sus parejas, aunque lo harán de forma no sexual”, aclara.

“Es importante separarla de la abstinencia y del celibato que involucra una opción voluntaria por la castidad. La asexualidad no es una opción, ni una decisión por un periodo. Es algo con lo que se vive toda la vida”, dice Anthony Bogaert, el sicólogo pionero en el estudio de este tema.

Por otro lado, los asexuales no románticos en muchos casos no desean ser tocados ni tener ningún tipo de intimidad física. “Son capaces de amar, pero será el mismo afecto que se destina a familiares y amigos”, explica el sicólogo. Mariela Ordóñez, se define arromántica. “La idea de la proximidad física me pone los pelos de punta. Estar sola no es un tema. Estoy rodeada de amigos con quienes compartimos una intimidad, no siento que necesito a una sola persona para volcar mi afectividad y hasta el momento tampoco siento el impulso de la maternidad”, cuenta.

Kathalina Véliz (16, estudiante), es también arromántica, aunque ella sí se cuestiona la idea de tener hijos algún día. “No me agrada la idea de estar con alguien físicamente, pero en el futuro me gustaría ser mamá. Para lograrlo, tendría que ceder y tener relaciones, cosa que no creo que haga y si no, está la adopción”, dice convencida. Por su parte, Dasanira, está abierta a la idea de la maternidad pero, en cambio, estaría dispuesta a tener relaciones con su pareja. “Con un fin reproductivo”, aclara.

Romántico o no romántico, una dificultad para los asexuales que buscan un grado de intimidad (que nunca es sexual), es encontrar una pareja. Muchos asexuales terminan cediendo al sexo solo para complacer a sus parejas y otros buscan a otros asexuales con los que puedan compatibilizar, pero esto no depende de ellos. “El problema es que la atracción romántica tampoco es una elección, entonces muchos asexuales sufren cuando no son correspondidos”, señala el especialista, quien por estos días está concentrado en hacer un catastro de los asexuales con y sin hijos. “Tener esta estadística permitirá aportar datos demográficos y saber cuántos asexuales están interesados en la procreación. Porque, aun cuando no tengan pulsión sexual, muchos tienen instinto paternal o maternal. Lo que quiero averiguar es la prevalencia de este instinto en las personas que se definen como asexuales”, explica el sicólogo.


Como una ameba

“Cuando mis compañeros decían ‘oh, cacha la mina rica’, a mí no me provocaba nada. Sí sentía una atracción estética o intelectual hacia varios compañeros y compañeras, pero jamás esa atracción se manifestó en querer algo físico con ninguno”, cuenta Nicolás Ojeda (23, estudiante de Matemáticas). A los 16 años, y frente a su desinterés en las relaciones, la orientadora del colegio le sugirió a su mamá que podía ser homosexual. “Yo también me pasé el rollo de que podía ser gay, pero sabía que no. Incluso le pregunté a mi mamá si alguien había abusado de mí cuando chico”. Pero no, nada le había ocurrido. Incluso su mamá pensaba que era gay y muchas veces habló con él para darle su apoyo. “En realidad, yo me sentía como una ameba, que son asexuales y se auto reproducen. No necesitan una pareja. Tenía 12 años cuando aprendí eso en Biología y me dije: ‘una ameba es igual a mí’”.


“Cuando mis compañeros decían ‘oh, cacha la mina rica’, a mí no me provocaba nada”,
dice Nicolás Ojeda, de 23 años.
“Me pasé el rollo que podía ser gay, pero sabía que no”.

“Yo creo que mis compañeros se preguntaban a mis espaldas: ‘¿Al Nico le gustará alguien alguna vez?’, pero jamás se atrevieron a decírmelo a la cara, eran los cuchicheos que escuchaba, debido a que nunca dije quién me gustaba y eso levantaba sospechas entre los demás”. Para evitarlo, Nicolás pololeó dos veces. “Con mi segunda polola duramos un año. Yo tenía 17 y ella siempre quería llegar a otro paso. Yo cedía con caricias, pero no lo disfrutaba. No lograba excitarme. Ella me decía que era impotente y eso me daba rabia”, recuerda Nicolás, quien se define arromántico. “No me da miedo estar solo. ¿Quién dice que hay que estar en pareja y tener hijos para ser feliz y sentirse completo?”.

El entorno de Nicolás sabe y acepta que él se define así. “Tampoco ando por la calle diciendo, ‘hola, soy asexual’. Así como nadie dice ‘hola, soy hetero’”. Fanático del fútbol, sus cercanos de la liga donde juega todavía no entienden su orientación. “Me dicen el ‘Sheldon Cooper’, un personaje de la serie The Big Bang Theory, quien no siente interés en el sexo. La pregunta recurrente que me hacen es que si soy asexual entonces no me masturbo. Yo les digo que de repente lo hago, no pensando en alguien o algo, sino como un acto para liberar tensiones y no por el placer sexual asociado a la masturbación”, explica. Y concluye: “A todos les digo que uno tiene que ser y hacer como uno quiera. Porque al final de cuentas cada persona es muchísimo más compleja que una etiqueta que la defina. Y yo soy feliz sin sexo”.

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Saludos desde Argentina

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